De lo underground a la tendencia y del arte al negocio.
La electrónica pasó de los sótanos clandestinos a los festivales multimillonarios, y en el camino transformó su esencia, su público y a sus artistas. Esta columna analiza esa transición: de lo underground a la tendencia, del arte al negocio, y el impacto que todo esto tiene en la cultura raver actual.
Maria Jose Quintero
9/1/20253 min read


De lo underground a la tendencia. Y del arte al negocio
La masificación de la escena electrónica ha transformado su público, sus artistas y su cultura en general. Aunque esta expansión es una consecuencia natural de la evolución de cualquier género musical, vale la pena analizar sus efectos más importantes. Y elaborar, todos como unidad y parte de la escena electrónica, un pensamiento crítico acerca de esta transición, y las decisiones que día a día moldean su futuro.
De lo underground a la tendencia
La música electrónica nació en las subculturas marginadas de ciudades como Detroit y Chicago, donde el techno y el house emergieron como expresiones artísticas de resistencia y libertad.
Al ser una forma de expresión distópica, requería de espacios de escucha y baile, que permitiera la utopía de su marginalidad. Espacios lejanos, secretos, y oscuros, que se denominaron raves clandestinos: eventos gratuitos, sin ubicación fija, sin line-ups, sin promoción, sin descuentos, y sin códigos de vestuario.
Estos espacios se convirtieron en refugios para quienes no encontraban un lugar en la cultura musical dominante. Como lo define la RAE, el underground es un "movimiento contracultural que promueve manifestaciones artísticas marginales y contestatarias". Sin embargo, con la comercialización y distribución masiva de la música electrónica, su esencia alternativa comenzó a transformarse.
La revolución digital aceleró este proceso. En sus inicios, los discos de vinilo eran costosos y su producción tomaba días. Hoy, con la plataforma adecuada y una conexión a internet, cualquiera puede producir y distribuir música en minutos, a veces sin importar su calidad. Esto ha permitido que la electrónica se globalize, pero también ha generado un exceso de contenido que dificulta la diferenciación artística.
Del arte al negocio
El crecimiento económico del género hizo que la industria musical viera una mina de oro en lo que antes era un movimiento alternativo. Se legalizaron los espacios, se sofisticaron las producciones y se introdujo el marketing, como herramienta para moldear la psicología y el consumo. Ahora, los festivales de música electrónica son eventos multimillonarios donde el sonido se ha convertido en un producto de consumo masivo, y los creadores de discos deben mantener al pie del cañón su marca personal y presencia digital.
Las redes sociales y plataformas de streaming han llevado esta comercialización a un nuevo nivel. Ya no es necesario un vinilo, una gira de promoción o una aparición en radio. Bastan unos pocos dólares en publicidad y un video viral en TikTok para que un DJ alcance reconocimiento global. Según el informe de Luminate (2023), se suben aproximadamente 120,000 canciones diarias a internet, lo que evidencia la saturación del mercado y la efimeridad del éxito musical.
El impacto en la cultura raver
Hoy en día, los ravers hemos pasado de ser exploradores de sonidos a seguidores de tendencias. No por desinterés, sino porque el mercado nos inunda con novedades a un ritmo frenético. La conexión única con un DJ en un evento pierde su exclusividad y el ser un recuerdo para siempre, porque al siguiente viernes vendrá otro artista al mismo venue de la ciudad.
Este cambio plantea una pregunta fundamental: ¿Es positivo o negativo? Sin caer en juicios extremos, es vital comprender cómo afecta a cada actor de la escena.
Para los artistas, representa una transición de crear arte, a crear algo que se adapte a las tendencias. Para los promotores, una decisión empresarial, de costos, ingresos, riesgos, y ventas. Y para los ravers una transformación, de validadores y curadores a la participación pasiva . Somos clientes de la industria musical. ¿Y la música? El producto.
La ecuación parece clara: hacerlo mainstream es una decisión de negocio; mantenerlo underground es una decisión artística. ¿Cuál sobrevivirá? La respuesta está en manos de quienes consumen, producen y experimentan la música electrónica. En un mundo donde la industria busca rentabilidad, la resistencia cultural será clave para preservar la esencia, calidad, y el alma de la música electrónica.